En un discurso que comenzó desde el inicio del capítulo uno, Pablo ahora llega a la cúspide de su mensaje de apertura antes de entrar a lo que yo considero el tema central del libro de romanos, el cual es la salvación por medio de la fe cuando creemos en el hijo de Dios. Si bien la reprensión escrita en el capítulo 1 fue dirigida a los gentiles, en el capítulo 2 el apóstol se dirige a sus compatriotas que, en las propias palabras de Pablo, se creían especiales delante de Dios solamente por conocer la letra de la ley. Más adelante el apóstol les aclara que, la importancia y el mérito en la ley no está meramente en solo conocerla y saberla de memoria, sino en obedecerla. Para cerrar el capítulo 2 el apóstol Pablo apela a las conciencias de los hombres y les muestra su doble criterio, con un estándar se medían a sí mismos y con otro diferente a los demás. Estudiaremos primero los versos 17 al 20, la biblia dice, “Tú, que te llamas judío, confías en la ley de Dios y te jactas de tu relación especial con él. Tú sabes lo que a él le agrada, sabes bien qué es lo correcto, porque se te ha enseñado su ley. Estás convencido de que eres guía para los ciegos y luz para los que andan perdidos en la oscuridad. Piensas que puedes instruir al ignorante y enseñar a los niños los caminos de Dios. Pues estás seguro de que la ley de Dios te da pleno conocimiento y toda la verdad.” (Romanos 2:17-20, NVI). Había en ellos, —los judíos, un orgullo espiritual demasiado grande, formado a través de muchos siglos, ellos estaban convencidos de ser gente especial solo porque conocían la letra de la ley, presumían y alardeaban de esa relación especial con Dios y se aseguraban que todos supieran lo religiosos que ellos eran. El problema no es la ley en sí, la cual es santa y perfecta porque Santo y Perfecto es quien la dio. El problema, tampoco era que ignoraran lo que place a Dios, ya que cada niño judío era educado en la Ley de Dios desde muy temprana edad, recuerden como el propio Señor Jesús, a la tierna edad de 12 años, ya tenía buen conocimiento de las escrituras y trataba con los doctores de la ley que vivían en su época, escuchándolos y haciéndoles preguntas, (ver Lucas 2:46). El problema hermanos, es que no obedecían dicha ley, tenían todo el entusiasmo para estudiarla y aprenderla, pero carecían de la “habilidad” para vivir conforme a ella. Todos los hombres somos pecadores, y parte del dilema humano es que, ya de si, hemos violado la ley de Dios en más de una manera, y eso nos descalifica por completo delante de Dios, nos destituye de su gracia, somos gente caída que necesita alguien que nos levante y nos ponga en la relación correcta con Dios.
Dentro de ese orgullo espiritual, los judíos pretendían ser el ejemplo a seguir en lo que respecta al conocimiento de la ley, se consideraban la luz que ilumina a todos los que andan en tinieblas, o no tienen conocimiento de la ley. Esto mis hermanos, no es grato a los ojos de Dios. Cuando pretendemos ser nosotros mismos el ejemplo a seguir estamos sentando muy débil fundamento para el crecimiento de otros, al hacer esto, de alguna manera robamos la gloria de Dios. Nuestro objetivo debe ser siempre tomar a Cristo como el ejemplo de conducta y crecimiento espiritual. Pablo le pedía a la iglesia ser imitadores de él mismo, pero aclara, “así como yo de Cristo,” (ver 1 Corintios 11:1). Tal como el Señor Jesús se lo dijo a los judíos de su tiempo que lo perseguían, “ustedes escudriñan las escrituras porque piensan que en ellas tienen la vida eterna, pero ellas son las que dan testimonio de mi” (ver Juan 5:39). Así mismo, los judíos a los cuales Pablo se dirigía, tenían tal ceguera espiritual que no podían ver a Jesús como el dador de esa vida eterna que ellos buscaban a través del conocimiento de las escrituras. Esto nos parece descabellado, pero si ponemos atención en como la iglesia de Cristo actúa hoy en día nos daremos cuenta que tenemos problemas similares, hay cristianos que saben la biblia de pasta a pasta, saben hasta la cita bíblica, se enorgullecen de su habilidad para responder ágilmente a preguntas bíblicas; en cierta forma, aman más la biblia que al Señor que nos dio la biblia. Hay otros que se jactan de su habilidad para cantar en la iglesia, son muy activos y participan fervientemente en las actividades, pero llegan a amar más sus ministerios que al Señor que les dio su ministerio. ¡Legalistas! Hacen las cosas porque buscan verse bien y no tanto por honrar a Dios. Quieren seguir cada punto y coma de la ley, pero tropiezan una y otra vez. Siempre lo he dicho, si no estás sirviendo a Cristo por amor, corres el riesgo de que lo hagas por razones equivocadas. Dios no se deleita en nuestras habilidades humanas, de hecho, el elige a quienes no tienen nada de que presumir y los capacita, les da poder para hacer la obra de Dios. Dios no está tan interesado en desarrollar nuestras habilidades y talentos más que nuestro carácter. A final de cuentas, la meta de ser un cristiano es, de acuerdo a los propósitos de Dios, hacernos más como Cristo, llegar a tener el carácter y la humildad de Cristo, (ver Romanos 8:29). De otra manera solo somos religiosos a los cuales nos dirán, “nunca os conocí.”
En los versos 21 al 24 Pablo usa un lenguaje bastante directo que no deja ningún lugar a dudas. Creo podremos estar de acuerdo que, no hay nada más desconcertante que ser instruido en algo por un maestro y luego ver a ese maestro hacer precisamente lo que no se debe hacer. Por ejemplo, ¿qué tal maestro de manejo sería yo si enseñando a mi hijo a conducir le digo que debe prender las luces direccionales cada vez que de vuelta en una esquina, pero después él ve que yo no lo hago? Sería yo un mal maestro que no puede seguir su propia disciplina de manejo y perdería toda credibilidad como instructor de manejo. Bien, si esto nos parece mal mis hermanos, ahora apliquen este mismo error en el área espiritual, sonaría de la siguiente manera, “ahora bien, si tú enseñas a otros, ¿por qué no te enseñas a ti mismo? Predicas a otros que no se debe robar, ¿pero tú robas? Dices que está mal cometer adulterio, ¿pero tú cometes adulterio? Condenas la idolatría, ¿pero tú usas objetos robados de los templos paganos? Te sientes muy orgulloso de conocer la ley, pero deshonras a Dios al quebrantarla. No es extraño que las Escrituras digan: «Los gentiles blasfeman el nombre de Dios por causa de ustedes.” (Romanos 2:20-24). ¿Qué es lo que tenemos aquí en estos versos? Es fácil percibir un doble modo de operación, por un lado, estos maestros saben todo lo que es bueno, todo lo que agrada a Dios y lo enseñan a otros, pero después, ellos mismos son los autores de muchas transgresiones. El que enseña que no se debe robar, roba; el que enseña que no se debe cometer adulterio, lo hace. Es obvio que estas personas no tienen un corazón arrepentido y no pertenecen de ningún modo a Cristo. Lo más detestable es que cuando alguien que dice ser cristiano es descubierto en estos actos contrarios a sus enseñanzas la gente que no pertenece a la grey de Dios se burla y no toman con seriedad el evangelio, hacen que la gente blasfeme el nombre de Dios al burlarse de las cosas del cielo. No vivir de acuerdo a los principios de Dios es deshonrar a Dios. Si somos sinceros, muchos predicadores que han sido descubiertos en grandes escándalos dicen estar arrepentidos, y quizá algunos lo estén, pero la mayoría se arrepintieron solo hasta que fueron descubiertos. ¿Se arrepintió David de su pecado en el tema de Betsabé? Sí, pero solo hasta que Dios expuso su pecado por medio del profeta Natán, (ver 2 Samuel 12). El punto importante en estas palabras de Pablo es hacernos ver lo incapaces que somos de salvarnos por medio de la obediencia a la ley, simplemente no podemos obedecerla íntegramente, y esto nos lleva a la conclusión de que necesitamos un salvador que lo haga por nosotros, el cual es Cristo Jesús.
Reiterando el punto del apóstol Santiago cuando dijo, “ser hacedores de la palabra y no tan solo oidores,” (ver Santiago 1:22). Al ser solo oidores de la palabra nos engañamos a nosotros mismos y no hay ningún mérito en ello. El apóstol Pablo también dice, “no son los oidores de la ley los justos ante Dios sino los hacedores,” (ver Romanos 2:13). Si nos damos cuenta mis hermanos, escuchar la palabra de la ley es una acción pasiva, sin embargo, hacer la palabra nos pone en un plan de constante acción ya que esta se puede vivir día con día. Basados en el verso 13 de Romanos 12, el ser oidor no nos hace justos ante Dios, no nos pone en una relación correcta delante de él, no nos da ventaja alguna con cualquier otro mortal. Pablo dice, “pero si no obedeces la ley de Dios, no estás en mejor condición que un gentil incircunciso. Y si los gentiles obedecen la ley de Dios, ¿acaso él no los considerará su propio pueblo? De hecho, los gentiles incircuncisos que cumplen la ley de Dios los condenarán a ustedes, judíos, que están circuncidados y tienen la ley de Dios, pero no la obedecen.” (Romanos 2:25-27, NTV). Este punto queda claro con estos versos, dirigido directamente a los judíos de Roma, en mi opinión, el apóstol hace un brillante contraste entre los hacedores y los oidores de la palabra. Nada más duro para un judío que ser comparado con los gentiles, pero en estos versos el apóstol les dice que, sin obedecer la ley, no son en ninguna manera diferentes a un gentil incircunciso. En contraste con esta frase, Pablo les dice, “los gentiles que, si obedecen la ley de Dios, él los considerará como su propio pueblo.” Pablo hace toda esta explicación para ayudarlos a examinar sus propios caminos y llevarlos a la realidad de que todos necesitamos un salvador. El problema del pecado nos aqueja a todos, judíos, gentiles, ricos, pobres, etc. Para nosotros que vivimos en la era moderna las cosas no son diferentes, hay muchas personas aun dentro del pueblo de Dios que operan de la misma manera, son solo oidores y no hacedores de la palabra. El punto que nos debe quedar claro mis hermanos es que Cristo obedeció la ley al pie de la letra usando un enfoque diferente, él nos mostró el mejor ejemplo de cómo debemos amar a Dios con nuestra vida entera, y de cómo amar a nuestro prójimo de manera genuina. El sintetizó la ley en solo dos mandamientos; ama a Dios, y ama a tu prójimo.
Para cerrar de una manera ejemplar este importante capítulo de la biblia, Pablo dice, “Pues no se es un verdadero judío solo por haber nacido de padres judíos ni por haber pasado por la ceremonia de la circuncisión. No, un verdadero judío es aquel que tiene el corazón recto a los ojos de Dios. La verdadera circuncisión no consiste meramente en obedecer la letra de la ley, sino que es un cambio en el corazón, producido por el Espíritu. Y una persona con un corazón transformado busca la aprobación de Dios, no la de la gente.” (Romanos 2:28-29, NTV). La verdadera esencia de ser un judío no radica en el mero hecho de haber nacido en un hogar con padres judíos, no radica simplemente en una circuncisión de la carne, un verdadero judío es aquel que tiene el corazón recto delante de Dios, y esto mis hermanos, solo ocurre cuando Cristo nos limpia de pecado y nos hace salvos; lo cual veremos en capítulo 3.
El Señor les bendiga ricamente