Romanos- El Poder del Pecado

Leer Romanos 3:9-19

Es ahora mediado de Noviembre del año 2017, y aquí en Michigan, en pleno otoño, comienzan a hacerse los días más cortos y las noches más largas, el sol se pone cada vez más temprano conforme avanzamos hacia el invierno. Los otoñales colores pronto desaparecerán para dar lugar a una vegetación carente de follaje, es tiempo de muda, hasta la siguiente primavera. Mirar atreves de la ventana nos pone en contacto con un paisaje nublado y frio, invitándonos a quedarnos en el tibio calor de nuestros hogares y meditar. Continuando con mi estudio de romanos me doy cuenta que el apóstol Pablo veía el problema del pecado de una manera muy particular, lo consideraba como un poder y no como un concepto o un fenómeno pasivo. El pecado no respeta ni discrimina absolutamente a nadie, no importa si eres blanco o negro, hombre o mujer, pobre o rico, este siempre lanza sus feroces garras para atrapar al ser humano. La biblia dice así, Ahora bien, ¿llegamos a la conclusión de que los judíos somos mejores que los demás? ¡Para nada! Tal como acabamos de demostrar, todos —sean judíos o gentiles— están bajo el poder del pecado.” (Romanos 3:9). Ser judío o gentil no tiene ningún beneficio ni nos hace inmunes al pecado, dice la escritura que todos, sin excepción, estamos bajo el poder de este. Tener poder significar tener la facultad de hacer algo de manera expedita.

Esto me recuerda aquella conversación entre Dios y Caín que se nos narra en el capítulo 4 de Génesis, “¿Por qué estás tan enojado? —Preguntó el Señor a Caín—. ¿Por qué te ves tan decaído? Serás aceptado si haces lo correcto, pero si te niegas a hacer lo correcto, entonces, ¡ten cuidado! El pecado está a la puerta, al acecho y ansioso por controlarte; pero tú debes dominarlo y ser su amo.” Es interesante ver como en su descripción del pecado lo muestra como a una fiera salvaje lista para devorar a sus víctimas, el Señor también le atribuye al pecado cierto poder al decirnos que pudiera llegar a controlarnos, sobra decir, que si el pecado fuese solo un fenómeno pasivo, no tendría ningún poder sobre la humanidad.

El pecado es tan sutil que se nos presenta en un empaque decoroso y atractivo para atraernos, aunque el empaque sea bello, el contenido es capaz de destruir una relación con Dios y de apártate de su presencia. Su poder persuasivo te llega a convencer de que no hay nada malo en ello, te ofrece un anticipo de su gratificación para atraerte con más fuerza, y una vez que damos lugar al pecado, y que hayamos disfrutado de su dulzura temporal, comenzará a corromper nuestro ser, su letal poder quizá tarde un poco en hacer efecto, pero a su tiempo terminará por destruir a sus víctimas. No nos equivoquemos en esto mis hermanos, Satanás usa el pecado simplemente para alejarnos de Dios y atarnos a deleites temporales que acabaran destruyéndonos si no nos arrepentimos. Cuando vemos la historia de la humanidad, nos damos cuenta que nadie ha sido inmune al pecado, todos hemos caído de una forma u otra.

La biblia dice:

“No hay ni un solo justo,
Ni siquiera uno.
Nadie es realmente sabio,
nadie busca a Dios.
Todos se desviaron,
todos se volvieron inútiles.
No hay ni uno que haga lo bueno,
ni uno solo”
“Lo que hablan es repugnante,
Como el mal olor de una tumba abierta.
Su lengua está llena de mentiras.”
“Veneno de serpientes gotea de sus labios”
“Su boca está llena de maldición y amargura”
“Se apresuran a matar.
Siempre hay destrucción y sufrimiento en sus caminos.
No saben dónde encontrar paz”
“No tienen temor de Dios en absoluto”
Romanos 3:10-18

Como nos podemos dar cuenta, sin la intervención de Dios somos seres sin esperanza, no hay nada que podamos hacer por nosotros mismos, no hay manera de liberarnos de nuestra condición caída, somos ya una raza caída, y nuestra única esperanza es la intervención de un salvador que sobre el cual, el pecado no tenga poder.

Ahora, en cuanto a la ley, Pablo dice: “Obviamente, la ley se aplica a quienes fue entregada, porque su propósito es evitar que la gente tenga excusas y demostrar que todo el mundo es culpable delante de Dios. Pues nadie llegará jamás a ser justo ante Dios por hacer lo que la ley manda. La ley sencillamente nos muestra lo pecadores que somos.” (Romanos 3:19-20). Si Dios nos aplicara la ley a cada uno de nosotros, no habría ni uno solo que fuese hallado inocente, todos seriamos culpables, la biblia dice también que, si tan solo hubiéramos fallado en cumplir un solo mandamiento de la ley, delante de Dios somos culpables de violar toda la ley. Dice el apóstol, nadie llegará a ser justo ante Dios por hacer lo que la ley manda.

Ante tal dilema, Pablo demuestra a lo largo de los capítulos del 1 al 3 que el hombre está en una condición caída y señala que no se puede salvar a si mismo por méritos propios. Gracias a Dios, él envió la solución al mandar a su Hijo Jesucristo al mundo y hacernos libres.

Que Dios los bendiga ricamente.

Romanos- La Fidelidad de Dios

Leer Romanos 3:1-8

 Los primeros versos del capítulo 3, desde el verso 1, hasta el verso 8, son mejor entendidos cuando se estudian dentro del contexto de la última parte del capitulo 2. En la segunda parte del capítulo 2, Pablo nos muestra el verdadero significado de lo que es ser un judío, así mismo nos muestra el significado de la ceremonia de la circuncisión (Romanos 2:29). Nos dice, un verdadero judío es aquel que tiene el corazón recto delante de Dios, no por méritos propios, sino por aquellos dados por su hijo Jesucristo a cada creyente. Dice también que la verdadera circuncisión no es solo una cirugía en la carne, no consiste meramente en obedecer la letra de la ley, sino en un cambio en el corazón producido en el Espíritu.

Habiendo estudiado esto, alguien podría tener la legitima pregunta de cuál es entonces la ventaja de ser judío y estar circuncidado. Entendiendo Pablo esto, él mismo hace la pregunta en Romanos 3:1 y así mismo nos da la respuesta en Romanos 3:2, su respuesta es afirmativa, y nos dice que fueron precisamente los judíos a quienes Dios les confió toda la revelación. Toda la palabra profética, incluyendo el plan de salvación nos fue anunciada desde la antigüedad por medio de su pueblo judío. Mucho antes de que existiera un pueblo cristiano como ahora lo conocemos había ya un pueblo judío. Cristo mismo fue un judío, y cuando vino a este mundo como el siervo de Dios lo hizo dándole prioridad a los judíos. Claro, esto cambió después cuando Dios hizo la salvación disponible para los gentiles también.

En el verso 3 Pablo afirma que si bien los judíos se apartaron de Dios y le fueron infieles, Dios permanece fiel al pacto que el mismo hizo con el creyente Abraham. En una segunda pregunta hecha en Romanos 3:3, Pablo deja en claro que aun cuando todos los hombres sean mentiroso Dios es veraz, es decir, Dios profesa siempre la verdad, ver Romanos 3:4. Como referencia a este punto, el apóstol usa las palabras dichas por David cuando el profeta Natán fue a amonestarlo por su pecado al tomar indebidamente a Bestabé por su mujer, ver Salmo 51:4. En esta bella confesión David dice, Contra ti y solo contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus ojos. Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices y que tu juicio contra mí es justo.” En otras palabras David dice, “Yo estoy mal, y tu Dios, estas bien.”


En una tercera pregunta hecha por el mismo apóstol Pablo, ahora él aclara la justicia de Dios. El apóstol plantea que hay algunos que, basado en la experiencia de David, pudieran pensar que sus pecados tienen un buen propósito al resaltar la justicia de Dios, y si fuera así, ¿no sería entonces injusto que Dios nos castigara por nuestros pecados? Pablo responde a su misma pregunta diciendo, “miren, esta posición de tales personas no es más que un planteamiento humano.” El apóstol continua diciendo, “si Dios no fuese un Dios completamente justo, ¿Cómo entonces tendría Dios autoridad para juzgar al mundo entero?” La biblia dice que Dios juzgará a todos los seres humanos, y si su justicia fuese dudosa o puesta en entredicho, ¿cómo tendría Dios autoridad de juzgar al hombre? Es precisamente porque él es Dios justo y verdadero que él puede juzgar al hombre, lo perfecto juzgará lo que no es perfecto.

Seguramente has escuchado algunas personas decir que la gracia de Dios es tan grande que pasará por alto nuestros pecados. Hmm! Pablo sabía muy bien de estas personas. En el verso 8 Pablo aclara una falsa acusación de algunos individuos que afirmaban que el grupo de Pablo decía, ¡mientras más pecamos, mejor! Pero la respuesta de Pablo es tajante y lo niega contundentemente, “ciertamente, tales individuos merecen ser condenados.” Dios no puede pasar por alto, o “hacerse de la vista gorda” y pretender que nada ha ocurrido, solo aquellos que han creído en el nombre de Jesús han sido lavados de sus pecados.

Claramente podemos ver como Pablo nos está llevando a una gran verdad, desde el inicio de la carta hasta los versos 9 al 20 del capítulo 3, Pablo demuestra que, debido a la condición caída del hombre, sea judío o gentil, nuestra única opción de salvación es por la fe en Jesucristo el Hijo de Dios. La próxima semana analizaremos los versos 9 al 20 del capítulo de la carta a los romanos para después entrar de lleno a los versos 21 al 31, los cuales, en mi opinión, son la columna vertebral de la carta a los romanos, y de hecho, de la biblia misma.

Hasta pronto mis hermanos. Paz de Dios

Romanos- Hipocresía Espiritual

En un discurso que comenzó desde el inicio del capítulo uno, Pablo ahora llega a la cúspide de su mensaje de apertura antes de entrar a lo que yo considero el tema central del libro de romanos, el cual es la salvación por medio de la fe cuando creemos en el hijo de Dios. Si bien la reprensión escrita en el capítulo 1 fue dirigida a los gentiles, en el capítulo 2 el apóstol se dirige a sus compatriotas que, en las propias palabras de Pablo, se creían especiales delante de Dios solamente por conocer la letra de la ley. Más adelante el apóstol les aclara que, la importancia y el mérito en la ley no está meramente en solo conocerla y saberla de memoria, sino en obedecerla. Para cerrar el capítulo 2 el apóstol Pablo apela a las conciencias de los hombres y les muestra su doble criterio, con un estándar se medían a sí mismos y con otro diferente a los demás. Estudiaremos primero los versos 17 al 20, la biblia dice, “Tú, que te llamas judío, confías en la ley de Dios y te jactas de tu relación especial con él. Tú sabes lo que a él le agrada, sabes bien qué es lo correcto, porque se te ha enseñado su ley. Estás convencido de que eres guía para los ciegos y luz para los que andan perdidos en la oscuridad. Piensas que puedes instruir al ignorante y enseñar a los niños los caminos de Dios. Pues estás seguro de que la ley de Dios te da pleno conocimiento y toda la verdad.” (Romanos 2:17-20, NVI). Había en ellos, —los judíos, un orgullo espiritual demasiado grande, formado a través de muchos siglos, ellos estaban convencidos de ser gente especial solo porque conocían la letra de la ley, presumían y alardeaban de esa relación especial con Dios y se aseguraban que todos supieran lo religiosos que ellos eran. El problema no es la ley en sí, la cual es santa y perfecta porque Santo y Perfecto es quien la dio. El problema, tampoco era que ignoraran lo que place a Dios, ya que cada niño judío era educado en la Ley de Dios desde muy temprana edad, recuerden como el propio Señor Jesús, a la tierna edad de 12 años, ya tenía buen conocimiento de las escrituras y trataba con los doctores de la ley que vivían en su época, escuchándolos y haciéndoles preguntas, (ver Lucas 2:46). El problema hermanos, es que no obedecían dicha ley, tenían todo el entusiasmo para estudiarla y aprenderla, pero carecían de la “habilidad” para vivir conforme a ella. Todos los hombres somos pecadores, y parte del dilema humano es que, ya de si, hemos violado la ley de Dios en más de una manera, y eso nos descalifica por completo delante de Dios, nos destituye de su gracia, somos gente caída que necesita alguien que nos levante y nos ponga en la relación correcta con Dios.

Dentro de ese orgullo espiritual, los judíos pretendían ser el ejemplo a seguir en lo que respecta al conocimiento de la ley, se consideraban la luz que ilumina a todos los que andan en tinieblas, o no tienen conocimiento de la ley. Esto mis hermanos, no es grato a los ojos de Dios. Cuando pretendemos ser nosotros mismos el ejemplo a seguir estamos sentando muy débil fundamento para el crecimiento de otros, al hacer esto, de alguna manera robamos la gloria de Dios. Nuestro objetivo debe ser siempre tomar a Cristo como el ejemplo de conducta y crecimiento espiritual. Pablo le pedía a la iglesia ser imitadores de él mismo, pero aclara, “así como yo de Cristo,” (ver 1 Corintios 11:1). Tal como el Señor Jesús se lo dijo a los judíos de su tiempo que lo perseguían, “ustedes escudriñan las escrituras porque piensan que en ellas tienen la vida eterna, pero ellas son las que dan testimonio de mi” (ver Juan 5:39). Así mismo, los judíos a los cuales Pablo se dirigía, tenían tal ceguera espiritual que no podían ver a Jesús como el dador de esa vida eterna que ellos buscaban a través del conocimiento de las escrituras. Esto nos parece descabellado, pero si ponemos atención en como la iglesia de Cristo actúa hoy en día nos daremos cuenta que tenemos problemas similares, hay cristianos que saben la biblia de pasta a pasta, saben hasta la cita bíblica, se enorgullecen de su habilidad para responder ágilmente a preguntas bíblicas; en cierta forma, aman más la biblia que al Señor que nos dio la biblia. Hay otros que se jactan de su habilidad para cantar en la iglesia, son muy activos y participan fervientemente en las actividades, pero llegan a amar más sus ministerios que al Señor que les dio su ministerio. ¡Legalistas! Hacen las cosas porque buscan verse bien y no tanto por honrar a Dios. Quieren seguir cada punto y coma de la ley, pero tropiezan una y otra vez. Siempre lo he dicho, si no estás sirviendo a Cristo por amor, corres el riesgo de que lo hagas por razones equivocadas. Dios no se deleita en nuestras habilidades humanas, de hecho, el elige a quienes no tienen nada de que presumir y los capacita, les da poder para hacer la obra de Dios. Dios no está tan interesado en desarrollar nuestras habilidades y talentos más que nuestro carácter. A final de cuentas, la meta de ser un cristiano es, de acuerdo a los propósitos de Dios, hacernos más como Cristo, llegar a tener el carácter y la humildad de Cristo, (ver Romanos 8:29). De otra manera solo somos religiosos a los cuales nos dirán, “nunca os conocí.”

En los versos 21 al 24 Pablo usa un lenguaje bastante directo que no deja ningún lugar a dudas. Creo podremos estar de acuerdo que, no hay nada más desconcertante que ser instruido en algo por un maestro y luego ver a ese maestro hacer precisamente lo que no se debe hacer. Por ejemplo, ¿qué tal maestro de manejo sería yo si enseñando a mi hijo a conducir le digo que debe prender las luces direccionales cada vez que de vuelta en una esquina, pero después él ve que yo no lo hago? Sería yo un mal maestro que no puede seguir su propia disciplina de manejo y perdería toda credibilidad como instructor de manejo. Bien, si esto nos parece mal mis hermanos, ahora apliquen este mismo error en el área espiritual, sonaría de la siguiente manera, “ahora bien, si tú enseñas a otros, ¿por qué no te enseñas a ti mismo? Predicas a otros que no se debe robar, ¿pero tú robas? Dices que está mal cometer adulterio, ¿pero tú cometes adulterio? Condenas la idolatría, ¿pero tú usas objetos robados de los templos paganos? Te sientes muy orgulloso de conocer la ley, pero deshonras a Dios al quebrantarla. No es extraño que las Escrituras digan: «Los gentiles blasfeman el nombre de Dios por causa de ustedes.” (Romanos 2:20-24). ¿Qué es lo que tenemos aquí en estos versos? Es fácil percibir un doble modo de operación, por un lado, estos maestros saben todo lo que es bueno, todo lo que agrada a Dios y lo enseñan a otros, pero después, ellos mismos son los autores de muchas transgresiones. El que enseña que no se debe robar, roba; el que enseña que no se debe cometer adulterio, lo hace. Es obvio que estas personas no tienen un corazón arrepentido y no pertenecen de ningún modo a Cristo. Lo más detestable es que cuando alguien que dice ser cristiano es descubierto en estos actos contrarios a sus enseñanzas la gente que no pertenece a la grey de Dios se burla y no toman con seriedad el evangelio, hacen que la gente blasfeme el nombre de Dios al burlarse de las cosas del cielo. No vivir de acuerdo a los principios de Dios es deshonrar a Dios. Si somos sinceros, muchos predicadores que han sido descubiertos en grandes escándalos dicen estar arrepentidos, y quizá algunos lo estén, pero la mayoría se arrepintieron solo hasta que fueron descubiertos. ¿Se arrepintió David de su pecado en el tema de Betsabé? Sí, pero solo hasta que Dios expuso su pecado por medio del profeta Natán, (ver 2 Samuel 12). El punto importante en estas palabras de Pablo es hacernos ver lo incapaces que somos de salvarnos por medio de la obediencia a la ley, simplemente no podemos obedecerla íntegramente, y esto nos lleva a la conclusión de que necesitamos un salvador que lo haga por nosotros, el cual es Cristo Jesús.

Reiterando el punto del apóstol Santiago cuando dijo, “ser hacedores de la palabra y no tan solo oidores,” (ver Santiago 1:22). Al ser solo oidores de la palabra nos engañamos a nosotros mismos y no hay ningún mérito en ello. El apóstol Pablo también dice, “no son los oidores de la ley los justos ante Dios sino los hacedores,” (ver Romanos 2:13). Si nos damos cuenta mis hermanos, escuchar la palabra de la ley es una acción pasiva, sin embargo, hacer la palabra nos pone en un plan de constante acción ya que esta se puede vivir día con día. Basados en el verso 13 de Romanos 12, el ser oidor no nos hace justos ante Dios, no nos pone en una relación correcta delante de él, no nos da ventaja alguna con cualquier otro mortal. Pablo dice, “pero si no obedeces la ley de Dios, no estás en mejor condición que un gentil incircunciso. Y si los gentiles obedecen la ley de Dios, ¿acaso él no los considerará su propio pueblo? De hecho, los gentiles incircuncisos que cumplen la ley de Dios los condenarán a ustedes, judíos, que están circuncidados y tienen la ley de Dios, pero no la obedecen.” (Romanos 2:25-27, NTV). Este punto queda claro con estos versos, dirigido directamente a los judíos de Roma, en mi opinión, el apóstol hace un brillante contraste entre los hacedores y los oidores de la palabra. Nada más duro para un judío que ser comparado con los gentiles, pero en estos versos el apóstol les dice que, sin obedecer la ley, no son en ninguna manera diferentes a un gentil incircunciso. En contraste con esta frase, Pablo les dice, “los gentiles que, si obedecen la ley de Dios, él los considerará como su propio pueblo.” Pablo hace toda esta explicación para ayudarlos a examinar sus propios caminos y llevarlos a la realidad de que todos necesitamos un salvador. El problema del pecado nos aqueja a todos, judíos, gentiles, ricos, pobres, etc. Para nosotros que vivimos en la era moderna las cosas no son diferentes, hay muchas personas aun dentro del pueblo de Dios que operan de la misma manera, son solo oidores y no hacedores de la palabra. El punto que nos debe quedar claro mis hermanos es que Cristo obedeció la ley al pie de la letra usando un enfoque diferente, él nos mostró el mejor ejemplo de cómo debemos amar a Dios con nuestra vida entera, y de cómo amar a nuestro prójimo de manera genuina. El sintetizó la ley en solo dos mandamientos; ama a Dios, y ama a tu prójimo.

Para cerrar de una manera ejemplar este importante capítulo de la biblia, Pablo dice, “Pues no se es un verdadero judío solo por haber nacido de padres judíos ni por haber pasado por la ceremonia de la circuncisión. No, un verdadero judío es aquel que tiene el corazón recto a los ojos de Dios. La verdadera circuncisión no consiste meramente en obedecer la letra de la ley, sino que es un cambio en el corazón, producido por el Espíritu. Y una persona con un corazón transformado busca la aprobación de Dios, no la de la gente.” (Romanos 2:28-29, NTV). La verdadera esencia de ser un judío no radica en el mero hecho de haber nacido en un hogar con padres judíos, no radica simplemente en una circuncisión de la carne, un verdadero judío es aquel que tiene el corazón recto delante de Dios, y esto mis hermanos, solo ocurre cuando Cristo nos limpia de pecado y nos hace salvos; lo cual veremos en capítulo 3.

El Señor les bendiga ricamente

Romanos- Cristo Juzgará al Hombre

Romanos- Cristo Juzgará al Hombre

Leer Romanos 2:1-16

Continuamos con el capítulo 2 de la carta del apóstol Pablo a los romanos. En este capítulo el apóstol habla fuertemente contra aquellos que confían en la ley para ser salvos, les muestra su doble moral cuando juzgan a otras personas a pesar de que ellos mismos son culpables de los mismos delitos y pecados. Esto mis hermanos, es una falta grave que Dios no aprueba de ninguna manera. Pablo nos muestra que solamente Dios es capaz de juzgar al hombre con justicia, y eso es precisamente lo que apóstol explica en los versos 6 al 16. También explica más sobre como la ley opera en los corazones de los hombres. “Él juzgará a cada uno según lo que haya hecho. Dará vida eterna a los que siguen haciendo el bien, pues de esa manera demuestran que buscan la gloria, el honor y la inmortalidad que Dios ofrece; pero derramará su ira y enojo sobre los que viven para sí mismos, los que se niegan a obedecer la verdad y, en cambio, viven entregados a la maldad.” (Romanos 2: 6-8, NTV). Noten en este verso la importante distinción que el apóstol hace. Sin duda alguna, Dios juzgará a cada hombre según sus acciones. De tal juicio, habrá solamente dos posibles resultados. En el primero de ellos, según se nos dice en el verso 7, dará vida eterna a los que siguen haciendo el bien. Dense cuenta que lo que Dios espera es que hagamos el bien continuamente, no se trata de hacer algunas buenas obras y después decir, “bueno, yo ya hice suficiente,” no mis hermanos, la vida en Cristo es una larga carrera, con sus altas y bajas, con tiempos de bonanza y tiempos de escases, con momentos de alegría y momentos de tristeza, todo esto forma parte de la experiencia del ser humano, cristianos o no. No obstante, Dios espera que continuemos haciendo el bien día con día, ¿Por qué? La respuesta nos la da el apóstol en la segunda parte del verso 7, porque haciendo esto, el cristiano demuestra que verdaderamente busca la gloria, el honor y la inmortalidad que el cielo ofrece. La práctica continua del bien, por parte de aquellos que han recibido a Cristo muestran así que son serios y comprometidos con Dios, demuestran que verdaderamente han sido cambiados por el gran YO SOY. Dios conoce quienes son los suyos y quienes dicen ser suyos. El segundo resultado es el castigo de Dios sobre aquellos que viven de manera egoísta, sobre los desobedientes y todos aquellos que se complacen en hacer la maldad. Sobre este segundo grupo de personas, la ira y enojo de Dios serán derramadas.

En el verso 9 y 10 el apóstol continúa y dice, “Habrá aflicción y angustia para todos los que siguen haciendo lo malo, para los judíos primero y también para los gentiles; pero habrá gloria, honra y paz de parte de Dios para todos los que hacen lo bueno, para los judíos primero y también para los gentiles.” Con palabras bastante directas, el apóstol deja claro que Dios jamás pasara por alto los pecados de los hombres, aquellos que no se arrepintieron pagarán un precio muy alto, es triste ver como este tema ya no se predica mucho, en un mundo en el cual se procura estar bien con todos, se han excluidos algunas de las advertencias más duras para evitar que la gente se sienta ofendida. Pero es precisamente, entre muchos otros propósitos de la palabra de Dios, que nos sintamos ofendidos o avergonzados de nuestros pecados y malas acciones. Si, la palabra de Dios nos levanta y nos fortalece, pero también nos examina y redarguye, no por nada el autor de los hebreos compara la palabra de Dios con una espada de dos filos. Las palabras “para los judíos primeramente y también para los gentiles” implica un orden, y nos dice que, como pueblo de Dios, recibirán un castigo muy severo por hacer lo malo, dado que fue al pueblo de Israel a quienes originalmente vino el Cristo, ellos sufrirán las consecuencias de su decisión de manera prioritaria. Pero también los gentiles recibirán el mismo castigo que ellos de manera secundaria. El mencionar a tanto judíos como gentiles también implica simplemente que todos los seres humanos, sin importar a cuál de estos dos grupos pertenecen, serán igualmente castigados. Por el contrario, para todos aquellos que hacen lo bueno, el Señor les dará gloria, honra y paz. De igual manera, los judíos recibirán estos beneficios por parte de Dios de manera prioritaria. Por haber hecho lo que es bueno, por haber permanecido en la verdad, el Señor los premiará. Pero también los gentiles, a quienes nos fue extendida la gracia que los judíos rechazaron, también el Señor nos premiará si continuamos haciendo lo bueno. En el verso 11, el apóstol simplemente hace la aclaración de que Dios no tiene favoritos, todos de igual manera recibiremos castigo si hacemos lo malo, o recibiremos gloria, honra y paz si hacemos lo bueno.

Dentro de estos dos grandes grupos de personas en el cual caemos todos los seres humanos, me refiero a gentiles y judíos, todos correrán la misma suerte tanto si obedecen a Dios como si no. El verso 12 dice así, Los gentiles serán destruidos por el hecho de pecar, aunque nunca tuvieron la ley escrita de Dios; y los judíos, quienes sí tienen la ley de Dios, serán juzgados por esa ley porque no la obedecen.” (Romanos 2:12, NTV). En el grupo de los gentiles, quienes nunca tuvieron la ley escrita de Dios, serán castigados por el hecho de pecar. Noten que el hecho de no conocer la ley, no nos hace inocentes delante de Dios, todo aquel que haya pecado está ya destituido de la presencia de Dios. Y los judíos que, si tienen la ley de Dios escrita, serán juzgados por la misma ley por cuanto no la obedecen. ¿Ha donde nos lleva esto? La conclusión es que todos, de una manera u otra hemos pecado, con o sin conocer la ley, todos somos culpables delante de Dios pues no hay ni un solo ser humano que no haya pecado. Estas palabras son claves, Pablo no está escribiendo de manera incongruente, está preparando a sus lectores para lo que va explicar en el capítulo 3; en el cual nos dice que el regalo de la salvación lo tenemos solamente por la gracia de Dios, por haber tenido fe en el hijo de Dios.

Para disipar toda duda acerca de la inhabilidad del hombre para justificarse por medio de las leyes escritas, Pablo nos dice, “Pues el simple acto de escuchar la ley no nos hace justos ante Dios. Es obedecer la ley lo que nos hace justos ante sus ojos.” (Romanos 2:13, NTV). En el segundo grupo, el de los judíos, había muchos eruditos de la ley, verdaderos conocedores de la materia, el mismo Pablo era uno de ellos, pero de nada sirve conocer la ley si no somos capaces de obedecerla, y todo hombre que es medido de acuerdo a la santa ley de Dios, falla y queda corto ante la exigencia de la ley. El hecho de escuchar la ley día y noche no nos hace justos delante de Dios, es la obediencia a la ley lo que nos hace justos delante de Dios, pero el gran dilema humano es que no ha habido ni habrá persona alguna que sea capaz de cumplir toda la ley. Es por eso que Cristo vino y tomó forma de hombre, fue él quien, si cumplió la ley cabalmente, él es nuestra justicia, él lo hizo por nosotros, y es solo por medio de Cristo que podemos obtener salvación. De regreso al primer grupo, al de los judíos, “Aun los gentiles, quienes no cuentan con la ley escrita de Dios, muestran que conocen esa ley cuando, por instinto, la obedecen, aunque nunca la hayan oído.” (Romanos 2:14, NTV). En este verso el apóstol da crédito al hecho de obedecer la ley de Dios aun de manera inconsciente, esto es, sin conocerla. Acerca de los gentiles obedientes el apóstol dice, “Ellos demuestran que tienen la ley de Dios escrita en el corazón, porque su propia conciencia y sus propios pensamientos o los acusan o bien les indican que están haciendo lo correcto.” (Romanos 2:15, NTV). Y esto de que tienen la ley escrita en el corazón no es mero romanticismo, sino el nuevo pacto que Dios prometió por medio del profeta Jeremías, la biblia dice así, “Pero este es el nuevo pacto que haré con el pueblo de Israel después de esos días —dice el Señor—. Pondré mis instrucciones en lo más profundo de ellos y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.” (Jeremías 33:13, NTV). Esto hermanos, no es otra cosa sino Cristo en el corazón del hombre, toda vez que Cristo es Señor de una vida, el da concejo por medio del Espíritu Santo quien ahora vive dentro del cristiano, y es él quien nos guía para discernir lo que es malo y lo que no debemos hacer, de tal modo que la ley escrita cobra vida en el corazón de creyente por medio de Cristo.

Todas nuestras acciones son conocidas delante de Dios, sean buenas o malas, nada se escapa del ojo examinador del Señor, nadie se puede pasar de listo delante de él. Quizá tengamos éxito temporalmente en ocultar nuestros pecados para que otros no los sepan, pero está claro que un día serán revelados y seremos juzgados por Cristo. Esto lo deja claro el apóstol en el verso 16 donde dice, Y el mensaje que proclamo es que se acerca el día en que Dios juzgará, por medio de Cristo Jesús, la vida secreta de cada uno.” (Romanos 2:16, NTV). Es por eso que hoy es el día en el que debemos confesar nuestros pecados a Dios y arrepentirnos delante de él, porque quizá la próxima vez que abramos los ojos sea para ver su rostro, en el tribunal de Cristo.

Aquí terminaremos en esta ocasión, que el Señor te bendiga y te llene de bendiciones.

Romanos- Sin Excusas

Romanos- Sin Excusas

Leer Romanos 2:1-5

En esta primera mitad del capítulo 2 de la carta a los romanos, el apóstol continua con su explicación acerca del estado de inhabilidad del hombre de salvarse a sí mismo, por nuestro propio esfuerzo es imposible justificarnos delante de Dios. El siervo de Dios ha exhibido el estado de depravación en el cual nos encontramos cuando Dios no es parte de nuestras vidas. Estas personas de las cuales el apóstol nos habló en el capítulo 1 son principalmente del mundo gentil. Tales personas no tienen a Dios y no conocen tampoco la ley de Dios. Pero hay otro grupo que personas  a quienes la ley les fue dada, me refiero a los judíos. Estos pensaban que por ser el pueblo elegido de Dios, —y en verdad lo son hasta el día de hoy— no necesitaban un salvador; o mejor dicho, tenían una idea del salvador que no se alineaba con la persona de Jesucristo, y muchos no pudieron ver en Cristo al verdadero salvador enviado del cielo, pensaban que con solo conocer la ley ellos serían salvos, se sentían superiores a todos los demás y muy cerquita de Dios. En la mente de ellos, el ser descendientes directos de Abraham los hacia especiales ante Dios, a tal grado que se sentían con la capacidad de juzgar a otros pecadores. Pero esto de juzgar a otros, solo porque nos parecen que son muy pecadores es un asunto que nos acarrea problemas, se trata de pecadores juzgando a otros pecadores; bien lo expresó el Señor Jesús cuando dijo, “¿acaso puede un ciego guiar a otro ciego?” (Ver Lucas 6:39). Ningún hombre tiene la capacidad de juzgar a una persona y condenarla, solo Dios puede juzgar con rectitud y salvar a un mundo que ha sido ya condenado. Legalistas, es la palabra que nos viene a la mente cuando hablamos de hombres que se creen especiales ante los ojos de Dios porque, según ellos,  observan la ley con apego y confían en su propia capacidad, de tal modo que desprecian la verdadera salvación que Dios ofrece en Cristo Jesús. El diccionario define a una persona legalista como alguien que antepone a toda otra consideración la aplicación literal de las leyes. ¡Fariseo! Es el término que nos viene a la memoria, ¿Recuerdan la parábola del Fariseo y el publicano, la cual nos relató Cristo? El fariseo oraba y le daba gracias a Dios porque no era un pecador como los otros, se exaltaba a si mismo sintiéndose superior al publicano; de esta clase de personas Cristo habló muy duro, y es a la misma clase de personas que el apóstol se dirige en el capítulo 2, son aquellos que se creen justos por sus acciones y que se sienten con el derecho de juzgar a los demás. Cristo habló muy claro acerca de ellos y reprobó su manera de pensar y actuar. ¿Es el legalismo un problema exclusivo de los que observan la religión judía? No, también en nuestras iglesias cristianas hay muchos fariseos que se sienten superiores y creen que pueden juzgar a otros hermanos. Para estas personas, que creen tener a Dios a su favor por su práctica religiosa, el apóstol tiene también palabras bien duras, y nos hace ver que, cuando juzgamos a otros acarreamos condenación para nosotros mismos.

El apóstol inicia el capítulo 2 con las siguientes palabras, “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.” (Romanos 2:1. RVR1960). Ahora el mensaje se vuelve hacia aquellos que creen tener capacidad de juzgar a los demás. El problema es que, solamente un hombre que no ha violado la ley de Dios ni una sola vez en su vida, tendría la capacidad moral de juzgar a todos los que sí hemos cometido pecados. Pero por supuesto, tal hombre no existe, es por eso que Dios mandó a Cristo al mundo a morir para que el mundo sea salvo por él. Los hombres no poseemos el modelo de vida que Dios exige para operar como juez, lo único que conseguimos es atraer condenación para nosotros mismos. El apóstol les hace ver a estos hombres su doble estándar, uno con el cual juzgan a los demás, y otro con el cual se evalúan ellos mismos, ¿Cómo puede alguien juzgar a otra persona, siendo tal juez culpable de los mismos delitos y pecados? Esto es hipocresía, y tal práctica trae condenación.  Recordemos las palabras de Cristo al respecto, “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados” (Lucas 6:37, RVR1960).

            Uno de los grandes errores de los hombres es pensar que Dios no les pedirá cuentas de su conducta. Piensan que pueden vivir de la manera que ellos quieran y aun así, Dios no les pedirá cuentas. Hay quienes me dicen, “bueno yo no creo que hay un Dios por lo tanto no le tendré que dar cuentas algún día.” Esto es más bien una “conveniente” manera de pensar, el hecho es que, aun si no creemos que hay un Dios, eso no cambia nuestra situación, algún día Dios traerá el justo juicio a todos los hombres que no se arrepienten de sus pecados.  La biblia dice, “Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad.” (Romanos 2:2, RVR1960). Lo que Pablo dice es que no debemos equivocarnos al respecto, el juicio de Dios vendrá en el tiempo señalado por él, es un juicio verdadero ya que Dios no puede pasar por alto los pecados de los hombres.

A tales personas que se sienten en posición de juzgar pecadores, Pablo les hace dos preguntas, una en el verso 3 y la otra en el 4, ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? (Romanos 2:3, RVR1960). Con Dios no hay favoritos mis hermanos, estoy seguro que ustedes han conocido personas que creen estar exentas del juicio de Dios solo porque, según ellos, son más santos o menos pecadores que otros. Pablo les hace ver que todos hemos pecado y estamos fuera de la meta gloriosa que Dios exige, les recrimina su doble moral, ya que mientras juzgan a otros, ellos mismos son culpables de pecados semejantes. Un día en el futuro, todos nos presentaremos ante el Salvador para darle cuentas de nuestras acciones. El Cristiano se presentará ante el tribunal de Cristo (ver Romanos 14:10), y el incrédulo ante el juicio del gran trono blanco.

La segunda pregunta dice así, “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4, RVR1960). Algunas personas creen que porque Dios no ha tomado ninguna acción contra ellas debido a su pecado y a su hipocresía, este tolera su actitud.  ¡De ninguna manera! Dios, bendito sea el cielo, no nos aplasta como con un matamoscas cada vez que pecamos, no quedaría nadie vivo en este mundo. Pero no siempre será así, más bien Dios está ejerciendo su misericordia a favor de la raza humana, él ha sido paciente con nosotros para darnos tiempo para arrepentirnos. Tristemente, muchas personas no valoran este atributo de Dios y tontamente creen que Dios no actuará nunca contra ellos. En medio de esta fuerte exhortación, el apóstol resalta la benignidad de Dios como el recurso que nos guía al arrepentimiento. Esto solo nos muestra nuestra completa inhabilidad en el proceso de salvación, aun para arrepentirnos, necesitamos la dirección de Dios. Es por eso que hay mucha gente que dice estar arrepentida pero no cambian, y aceptan a Cristo, pero al poco tiempo se vuelven atrás, porque no tuvieron un arrepentimiento genuino, el verdadero arrepentimiento es asistido desde el cielo.

Está más que comprobado, un corazón endurecido es un estado terrible en el cual encontrarse, una persona con un corazón endurecido no puede ver la bondad de Dios, no puede percibir la dirección de Dios que los lleva al arrepentimiento. El corazón de una persona se endurece cuando repetidamente ignora el llamado de Dios, hasta que Dios finalmente lo abandona a sus propias necedades y se sume más en sus miserias. El apóstol dice, “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios.” (Romanos 2:5, RVR1960). El corazón no arrepentido es el camino seguro que nos llevará a ese día de la ira de Dios, de la cual hemos sido advertidos. Para llegar a ese día, basta con hacer nuestro mejor esfuerzo humano por evitar el juicio de Dios e ignorar el camino seguro que nos librará de tal día, y me refiero al camino de Cristo Jesús.

Por hoy terminaremos aquí y dejaremos los versos 6 al 16 para la próxima semana. Que el Señor te bendiga y te guarde, solo él Salva.

Romanos- El Extravío del Hombre

Romanos- El Extravío del Hombre

Leer Romanos 1:26-32

En el mensaje pasado estudiamos los versos 18 al 25 del primer capítulo de romanos y aprendimos que, cuando el hombre no reconoce a Dios y decide ignorarlo, Dios también les da la espalda. Las consecuencias son devastadoras, pues el hombre sin Dios está expuesto ante su propia condición pecaminosa que produce una vertiginosa espiral descendente hacia una vida de rebeldía, donde el hombre, siguiendo su propia concupiscencia o lascivia, da lugar a las más detestables y aborrecibles acciones. Pero el tema no termina allí, el apóstol continúa en el verso 26 de la siguiente manera, “por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza.” (Romanos 1:26, RVR1960). El término “por esto,” debe ser conectado con lo que se ha dicho anteriormente, que en este caso es el rechazo de Dios por parte de los hombres, es el no tenerle en cuenta y rechazar la verdad que él representa. Como resultado de la decisión del hombre de ignorar a Dios, Dios los entregó a pasiones vergonzosas, como ellos tuvieron a bien rechazar a Dios, entonces Dios los dejó al designio de sus propias pasiones, quedaron a merced de ellas porque toda restricción para hacer lo malo les fue quitada. Entendamos por pasiones vergonzosas acciones pecaminosas que cruzan la línea de lo que es natural. En esta ocasión, el apóstol directamente trata el tema de la homosexualidad, que en este caso es lesbianismo, donde las mujeres cometen actos sexuales unas con otras. El tema del sexo antinatural no es por supuesto único al género femenino, Pablo se dirige también a los hombres, que dejaron la práctica normal del sexo con la mujer y en cambio tuvieron relaciones entre ellos mismos, la biblia dice,” y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.” (Romanos 1:27, RVR1960). Tanto el verso 26 como el 27 son bastante claros y no requieren de mucha explicación, solo es importante recalcar que, cuando Dios no está en el corazón del hombre, este queda propenso a sus propios deseos carnales, es dirigido por sus sentidos y su concupiscencia, o, dicho de otro modo, está expuesto a esa propensión o atracción fatal que está dentro de nosotros y nos conduce al pecado.

El apóstol continúa y dice, “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen.” (Romanos 1:28, RVR1960). Es importante notar cómo fue el hombre quien no consideró como una cosa buena el tener en cuenta a Dios, es decir, sabían lo que Dios exige y lo que a Dios le agrada, sabían que sus acciones son malas, pero, aun así, ellos prefirieron hacer su propia voluntad, haciendo caso omiso de la conducta que Dios pide. Nuevamente, el rechazar a Dios impacta nuestra manera de pensar, una mente que no está entrenada en la palabra de Dios llama a lo malo bueno y a lo bueno malo. Así que Dios los puso a disposición de sus propios razonamientos para cometer cosas que de otro modo no deberían de ocurrir.

El apóstol cierra esta parte de la carta citando una larga lista de características, estas residen, de una u otra manera, en las personas que han rechazado a Dios,  la biblia dice, “estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia,” (Romanos 1:29-31, RVR1960). Es importante entender las palabras que se usan para explicar la situación del hombre sin Dios, y en este caso el apóstol dice que están “atestados,” lo que significa estar llenos o atiborrados de todas estas cosas. Como no podemos entrar en detalle a cada una de estas cosas, solo diremos que se trata del fruto de la carne, o de nuestros sentidos, compara esta lista de características con las descritas en Gálatas 5:19-21.

Que no nos sorprendan todas estas cosas, si somos sinceros, todos nosotros; que hemos sido rescatados y cambiados por Cristo, en algún tiempo de nuestras vidas poseíamos algunas de estas características; -celosos, envidiosos, mentirosos, etc-. Todos hemos sido participes de los frutos de la carne, sin Dios, simplemente no puede ser de otra manera. No tenemos nada en nosotros mismos que podamos ofrecerle a Dios a cambio de nuestra salvación y el perdón de nuestros pecados, es por eso que debemos aceptar el regalo de la vida eterna que Dios nos da en Cristo Jesús.

Todos aquellos a quienes Dios nos ha dado el privilegio de ser padres hemos tenido que lidiar con problemas de rebeldía y desobediencia por parte de nuestros hijos. Yo soy hijo también, y en algunas ocasiones fui rebelde. Pero ahora que soy padre entiendo mejor la postura que yo como hijo tomaba. Muchas veces yo sabía que no debía hacer tal o cual cosa porque de otro modo recibiría un castigo. Es típico que un padre te diga, “si tú haces esto o el otro, esto es lo que te va a pasar,” así que ya lo sabemos. El problema es cuando decidimos retar a nuestros padres, haciendo lo que no debemos, aun sabiendo cuales son las consecuencias de nuestras desobediencias. En vista de este ejemplo veamos el siguiente verso con el cual cerramos, en esta ocasión usaré la versión bíblica NTV porque es más clara al respecto. Acerca de los hombres que no reconocen a Dios, la biblia dice, Saben bien que la justicia de Dios exige que los que hacen esas cosas merecen morir; pero ellos igual las hacen. Peor aún, incitan a otros a que también las hagan.” (Romanos 1:32, NTV). Básicamente lo que Pablo nos está diciendo aquí es que el hombre, levantándose contra Dios y demostrando que no le teme, y aun sabiendo cual es el castigo para quienes hacen tales cosas, de todas maneras las hacen, y no solo eso, sino que incitan a otros para que sigan sus propios pasos, y esto hermanos, es terrible.

Aquí terminaos el estudio del capítulo 1 de romanos. Gracias por estudiar conmigo la palabra de Dios.

Bendiciones

Romanos- Lo que Ocurre Cuando se le da la Espalda a Dios

Leer Romanos 1:18-25

En este mensaje estudiaremos los versos 18 al 25 del capítulo 1 de romanos. Este será solo el principio de un elaborado caso que el apóstol Pablo escribe para demostrar primero que nada cómo el hombre es culpable de sus pecados delante Dios. El apóstol también se dirige hacia aquellos que creen ser muy justos solo porque conocen la ley y piensan que no necesitan un salvador. Aquellos que se auto justifican juzgan y critican a las personas al resaltar cómo su “justicia”, según ellos, los hace diferentes de los demás, ellos dicen, “yo soy mejor que ellos.” Estos dos grupos de personas —los incrédulos y los que confían en la ley, son en realidad uno solo, ambos rechazan la salvación por medio de Cristo. Pero el apóstol Pablo demuestra en los primeros 3 capítulos que, todos los seres humanos, absolutamente todos, necesitamos de Dios para ser salvos, y para eso envió a su hijo Jesucristo a morir en la Cruz.

Todo el contenido de la carta de los romanos, desde 1:18 hasta 3:20 son palabras inspiradas del Espíritu Santo para dejar clara la condición del hombre sin Dios, el punto culminante de sus palabras lo tenemos en 3:9-10, donde nos dice que todos, cuando estamos sin Cristo, estamos bajo el poder del pecado. Deja claro también que, en el mundo de los vivientes; no hay ninguno que sea justo delante de Dios. Pero todo esto es de alguna manera solo un preámbulo de preparación hacia la revelación de la gran verdad de la salvación por medio de la fe que se nos describe desde romanos 3:21 hasta 3:31.

Normalmente se nos enseña acerca del amor de Dios y se nos presenta una imagen de Dios donde este siempre está feliz, en la mente de muchos, la idea de un Dios enojado y airado es incompatible con lo que normalmente se nos enseña acerca de Él. Es verdad, Dios es amor, y su amor es grande y paciente, pero no nos equivoquemos, Dios revela su ira contra los hombres perversos, contra las acciones injustas, contra el pecado y la inmoralidad. Solo para poner un ejemplo que nos es familiar a la mayoría de los cristianos, pensemos en el caso de la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra, donde la inmoralidad sexual estaba a la orden del día, y entre cuyos pobladores, no se encontró ningún hombre justo. Dios los destruyó por completo, revelando así su ira contra esas comunidades. Podemos citar otros ejemplos, tal como el diluvio en los días de Noé donde Dios destruyó totalmente a todo ser viviente, excepto a Noé el justo y su familia. Dios es amor, es misericordioso y paciente, pero cuando la maldad llega a un punto determinado Dios interviene. Pablo advierte a sus contemporáneos acerca de la ira de Dios, la biblia dice, “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.” (1:18-19). Este verso nos dice que Dios no juega un papel pasivo en nuestros días, el hecho de que no le veamos no significa que nuestro Dios no esté en acción. Sus ojos miran desde los cielos y miran las acciones injustas de los hombres. Claramente el apóstol nos dice que la ira de Dios es revelada o mostrada desde el cielo contra todo acto impío e injusto de los hombres. Dios no dejará sin castigo a aquellos que comentan actos injustos, a su debido tiempo Dios traerá el castigo que merecen. Noten que Pablo se refiere a los hombres perversos como quienes detienen con injusticia la verdad, en otra versión bíblica dice que “detienen la verdad con sus actos pecaminosos”, este verso parece indicar que se trata de hombres que, con actos aborrecibles, impiden que la verdad de Dios sea manifestada. El asunto parece ser más grave aún debido al hecho de que Dios les ha dado la oportunidad de conocer la verdad y aun así la niegan y la obstruyen. Dios mismo se las ha mostrado por medio de la creación.

Cuando vamos a un museo y vemos una hermosa pintura, o vamos a un concierto y escuchamos una melodía de nuestro agrado, ciertamente nos deleitamos. Pero al ver o escuchar tal obra, no nos queda duda que detrás de ella hay un creador inteligente y capaz de crear y poner las piezas en una secuencia determinada para terminar la obra. Nuestro interés por la obra da lugar a un deseo de conocer personalmente al autor, y entonces leemos su biografía e investigamos más acerca de la vida del autor. Es precisamente de esta manera que Dios se ha revelado a los hombres, por medio de las cosas creadas, tales como los cielos, el mar, las montañas, el hombre y las bestias. Lo más asombroso desde luego con respecto a la creación es el origen de la vida. Si queremos entrar un poco más a detalle debemos darnos cuenta que el hombre no solo nace, crece, se reproduce y muere; sino que también se le dio la facultad de pensar y razonar. ¿Quién le dio la capacidad de reír, llorar y crear? ¿Cómo es que el hombre pude ver, escuchar, oler, palpar y saborear una comida? La vida de los hombres, y todo lo que esta conlleva es un proceso muy complejo, no se explica como la consecuencia de un acto caprichoso que alguna vez ocurrió, es una aberración atribuir la creación, y la vida en especial, a una gran explosión astronómica; más bien, y sin lugar a dudas, la vida misma nos habla de la existencia de un creador. Y la verdad es que muchos de los llamados científicos los saben, pero lo niegan por seguir sus propios intereses. La biblia dice, “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” (1:20). Ante el gran despliegue de la creación de Dios no hay manera de negar su existencia, de modo que el hombre es inexcusable.

El pecado más grande de los seres humanos nos es revelado en el verso 21, el cual dice, “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.”  Acerca de estos hombres, dice Pablo, llegaron a conocer a Dios, pero de todos modos decidieron no adorarle ni le dieron gracias, sino que tuvieron como nada la verdad de Dios y como resultado sus corazones cayeron en inmensas tinieblas, tienen ojos, pero no pueden ver. El verso 22 nos dice que, los hombres, afirmaban ser muy conocedores de todas las cosas, “Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Romanos 1:22, RVR1960), pero se convirtieron en verdaderos necios, tercos y porfiados en sus vanas conclusiones. El gran problema es que, aun conociendo al único Dios verdadero, por medio de la creación que tenemos delante de nuestros ojos, la gente decidió mejor hacerse pequeñas figuras baratas de ídolos, algunas en forma de hombre, otras en forma de pájaros, de toda clase de animales de cuatro patas y hasta de reptiles. Cambiaron la gloria de Dios, a quien por ser espíritu no podemos ver, por imágenes corruptas hechas por manos de hombres que no tienen vida, mucho menos poder alguno. Vean lo que dice la biblia, “y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.” (Romanos 1:23, RVR1960). Básicamente esto es idolatría.

¿Cuáles fueron las consecuencias que el hombre obtuvo al volverse a los ídolos? Dios los abandonó para que ellos hicieran sus actos viles y se fueran tras el deseo de sus equivocados corazones, los entregó para que ellos mismos se extraviaran en sus lujurias, y como resultado cometieron con sus cuerpos actos viles unos con otros. “Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.” (Romanos 1:24-25). Está demostrado que, cuando una sociedad saca a Dios de sus vidas, nada les parece malo e inmoral, o fuera de límites. Así que Dios se retira de aquellos que niegan la Verdad y se vuelven a los ídolos. Le da la espalda a aquellos que adoran a cosas creadas tales como la luna, el sol y las estrellas, en vez de adorar al creador que hizo todas estas maravillas.

Dejaremos el resto de los versos (26 al 32) para la próxima semana, por lo pronto tenemos suficiente material para meditar.

Que Dios te bendiga y prospere.

Romanos- Poder de Dios Para Salvación

Basado en Romanos 1:16-17

Muchas personas toman la palabra “evangelio” como un término pasivo extraído de un antiguo libro que, a pesar de ser el “más vendido de la historia,” lo consideran pasado de moda y no apto para nuestros días. He escuchado decir a las personas acerca de algunos libros seculares que son considerados como “joyas de la literatura” de ser “atemporales o intemporales,” queriendo decir con esto que nunca pasan de moda. Podemos decir que, el único libro escrito jamás que trasciende los tiempos y cuyo contenido es siempre actual, es precisamente la biblia. Podrán decir que es un libro muy antiguo, y efectivamente lo es, pero no por eso esta pasado de moda. La Biblia es aún más interesante que cualquier otro libro jamás escrito si consideramos que si bien la inspiración viene de Dios, fueron muchos los escritores que contribuyeron para formarla. No cabe duda, tomó un largo tiempo poner junto lo que ahora conocemos como la biblia, pero su mensaje es coherente a lo largo de la misma y apunta hacia una sola verdad, y esta verdad es el evangelio de Dios.  Pero, ¿Qué es el evangelio? Hemos escuchado muchas veces la palabra evangelio pero no conocemos su significado. Sin entrar a la rigurosidad de los orígenes de la palabra evangelio solo diremos que se trata de “la buena noticia,” de modo que cuando se nos habla del “Evangelio de Jesucristo,” debemos entender,  “la buena noticia que nos trae Jesucristo, él mismo es el objeto de la buena noticia.”

Desde tiempos antiguos la biblia deja claro quién es el portador de la buena noticia, fue primeramente el profeta Isaías quien lo anunció (Isaías 61:1-2), fue muchos años después, al inicio del ministerio del Señor Jesús, que entrando en una sinagoga en la ciudad de Nazaret, Jesús se puso de pie y leyó las siguientes palabras directamente de la profecía de Isaías, “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar que los cautivos serán liberados, que los ciegos verán, que los oprimidos serán puestos en libertad,  y que ha llegado el tiempo del favor del Señor. Lo enrolló de nuevo, se lo entregó al ayudante y se sentó. Todas las miradas en la sinagoga se fijaron en él. Después Jesús comenzó a hablarles: «La Escritura que acaban de oír ¡se ha cumplido este mismo día!” (Lucas 4:18-21, NTV). Claramente nos damos cuenta que, según las palabras de Jesús, fue Dios mismo quien envió a Cristo al mundo para predicar el evangelio o la buena noticia. El mensaje del evangelio que Jesús nos trajo tiene como propósito traer liberación para el hombre que, infectado del pecado que aqueja a la humanidad, no tiene posibilidades de salvarse por sí mismo. Recuerden que el hombre sin Cristo ya está condenado, pero con Cristo hay liberación de las concecuencias nuestros pecados. Entendamos pues entonces el efecto en la vida del hombre que trae la liberación de la cual es objeto por medio de Cristo, tal liberación trae primero que nada un profunda convicción de pecado que nos hace abrir los ojos espirituales para darnos cuenta que necesitamos un salvador, cuando hemos creído en Cristo y le hemos pedido perdón por nuestros pecados, Jesús nos absuelve de nuestra culpa y la toma en sus hombros, al hacer esto, ganamos vida eterna y nos pone en una relación correcta con Dios. Como nos podemos dar cuenta, la buena noticia, o el evangelio, no es una novedad más en un mar de “opciones” a nuestra disposición para ser salvos, sino que es la única vía por la cual podemos alcanzar el favor de Dios para nuestras vidas. Nos damos cuenta que el evangelio no es una palabra pasiva, sino que es poder de Dios para salvación, y es así como el apóstol Pablo lo ve, como un poder de lo alto que nos hace pasar del terrible estado de condenación en el cual vivíamos a uno de justificación.

En el verso 16 del capítulo 1 de la carta a los romanos encontramos las siguientes conocidas palabras, “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.”  Después de haber perseguido ferozmente a la iglesia, el evangelio de Jesucristo se convirtió en la experiencia personal del apóstol Pablo, el poder liberador del mensaje de Cristo lo alcanzó y le mostró que el camino a Dios es a través de Cristo y no de la ley, o de cualquier otro medio, la cruz abrió sus ojos para darse cuenta cómo Dios justifica al hombre. El evangelio de Jesús se volvió su razón de vivir ya que Dios le encomendó predicar las buenas nuevas de Cristo por todo el mundo gentil. Si bien muchos no querían ser relacionados con el evangelio, para Pablo se volvió motivo de alegría y de suficiencia, de tal modo que no se avergonzaba de este. Para Pablo el evangelio es palabra en acción, es verbo, es poder para producir cambio en la vida del creyente. Es importante entender las palabras del apóstol respecto a cómo se recibe el evangelio, y esto es creyendo no solo en la obra de Cristo, sino también creerle a Cristo y confiar que él es suficiente para hacernos salvos.

Creer en algo o en alguien no es sencillo, nuestra manera de pensar nos pide que, a menos que tengamos evidencia directa de algo no creeremos. El diccionario define la palabra “creer” como tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que este demostrado y comprobado, es tener a alguien por veraz y digno de confiar a plenitud. Desafortunadamente muchas personas, incluyendo cristianos; piensan que creer es un evento intrascendente, pero creer en el evangelio es vivir por él, el verdadero creyente exhibe fruto en su vida que lo distingue de aquellos que no creen en el evangelio. No es posible ser un creyente genuino y seguir viviendo de la manera que acostumbrábamos, tampoco hay creyentes a medias o simpatizantes del evangelio, solo hay creyentes y no creyentes. Cristo hace creyentes que dan fruto para gloria de Dios Padre. Con respecto al alcance del evangelio se nos dice que es tanto para el judío como para el griego, o mejor dicho, para el judío y todos los que no lo son.

¿Te has preguntado porque no todo el que escucha el evangelio lo recibe? Solo unos cuantos llegan a entender el mensaje y a sentirse convictos de pecado por medio del Espíritu de Dios. A decir verdad, muchos escuchan el evangelio pero solo unos cuantos reciben la gracia para rendirse a Cristo. Y es que mis hermanos, creer en Cristo no es algo que podamos hacer por si solos, bien dijo el Señor Jesús que, nadie viene a él si el Padre no se lo ha entregado (ver Juan 6:65).  Con respecto a esto, hay algo más que se requiere para poder creer, se llama “fe.”  El apóstol Pablo dice: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos 1:17, RVR1960). El verso es mejor entendido en la versión bíblica “Nueva Traducción Viviente,” la cual dice que la buena noticia nos revela como Dios nos hace justos ante sus ojos, y esto se logra exclusivamente por medio de la fe. En el contexto de la salvación, la fe es el ingrediente necesario para creer, y esto mis hermanos, viene de arriba, del Padre celestial. Por eso amado hermano, si tú has rendido tu vida a Cristo, dale muchas gracias por haberte otorgado la fe necesaria para salvación. Desafortunadamente, y con tristeza lo digo, no todos se entregaran a Cristo, pero el justo, por la fe vivirá.

Dios te bendiga y oro a Dios para que este mensaje te ayude a entender cómo es que llegamos a ser salvos. La justificación que Dios nos da por medio de Cristo es el tema principal de la carta a los romanos. Así que vienen muchas cosas muy interesantes por delante.

“Después Jesús comenzó a hablarles: «La Escritura que acaban de oír ¡se ha cumplido este mismo día!” (Lucas 4:20-21, NTV).

Amén

Romanos- Espero Veros Pronto

Recuerdo cuando era niño y nos íbamos de vacaciones para visitar familiares y amigos en lugares distantes. Cada uno de nosotros tenía una razón para estar feliz cuando salíamos de viaje. Pero la razón más importante de la emoción que sentíamos era por ver a nuestros familiares, a gente que amamos y que solo veíamos de vez en cuando. Yo tenía entonces como 10 años, y desde luego, el viaje para mí era toda una odisea ya que jugaba y convivía día y noche con mis primos. Cuando le gente tiene intereses comunes la convivencia entre ellos se vuelve estrecha y muy placentera. Es como si en esos momentos el tiempo volara, cuando más estas disfrutando de su compañía te das cuenta que el día de regresar a casa a llegado, y te consuelas con la idea de volver a verlos nuevamente. Lo mismo ocurre ahora que somos adultos, la emoción de ver a nuestros seres queridos que están lejos nos sigue uniendo. Ahora que pertenecemos a Cristo nuestro círculo ha crecido y ahora envuelve a nuestros hermanos en Cristo con los cuales crecimos y convivimos. La vida nos lleva por distintos caminos, tengo muchos hermanos en la fe que están lejos, pero que siempre deseo volver a ver algún día. Tal es el sentimiento que llenaba el corazón del apóstol Pablo en sus deseos de ver a los hermanos en Roma, si algo distinguía el ministerio de Pablo era su amor por la iglesia y sus constantes viajes para comunicar el evangelio y edificar a los creyentes (1:11).

Yo no sé tú, pero a mí me da un gozo tremendo cuando sé que mis hijos prosperan en lo que hacen, me alegro de ver como su fe se va formando mientras van creciendo. De la misma manera había en el corazón de Pablo un motivo muy especial de agradecimiento hacia Dios, y este motivo era la creciente fe de los romanos que se divulgaba para bien por todo el mundo (1:8). Pareciera que el evangelio llegó a Roma antes de que el apóstol pusiera un pie en ella, muy probablemente el evangelio llegó a la capital el impero por medio de algunos hermanos que huían de la persecución de la cual eran objeto en el área de palestina. La capital del imperio tenía una comunidad que crecía constantemente, especialmente en su calidad de vida cristiana, de tal manera que la buena reputación que habían ganado era ahora conocida en otras partes del imperio. El evangelio se extendía como debe ser, por medio del ejemplo de vida y la fidelidad de los creyentes, la mejor arma que como cristianos tenemos para que otras personas crean a Cristo es nuestro testimonio personal, difícilmente alguien creerá que Cristo ha cambiado mi vida si nuestra manera de conducirnos no muestra la obra de Dios en mí. Es bien sabido mis hermanos, cuando se trata de formar, ensenar y educar, un buen ejemplo es más poderoso que mil palabras.

Nos podemos dar cuenta de qué es aquello que más apreciamos en la vida analizando nuestros motivos de oración. ¿Qué es aquello que te pone de rodillas más frecuentemente delante de Dios? Para algunos son sus hijos, para otros será la necesidad de ser sanado, o ser provisto de algún bien necesario, si solo oras por ti y tu bienestar entonces quizá lo único que te interesa eres tú mismo. Pero en el corazón de Pablo no hay motivo más grande de oración que el progreso del evangelio y especialmente de aquellos que han sido alcanzados para Cristo (1:9), tanto es así que menciona a Dios como testigo de su oración intercesora en favor de los creyentes de Roma, es una declaración valiente y que nunca se debe tomar a la ligera, si pones a Dios como testigo de que estás haciendo algo, más vale que te asegures que los estás haciendo. El motivo de oración de Pablo no era solamente por los creyentes de Roma sino también para que se le permitiera a él mismo ir a visitarlos (1:10). Constantemente buscaba la oportunidad de ir a verlos, sabía que, según los designios de Dios un día llegaría a Roma para comunicar el evangelio y oraba constantemente para que Dios abriera puerta y le permitiera ir a visitarlos.

La razón de su viaje y el motivo por el cual él quería ir a visitarlos se nos dice en (1:11), si bien la convivencia con los hermanos en la fe es una delicia en sí, su propósito era aún más noble. Lo que el apóstol quería lograr como resultado de ese viaje era la edificación de la iglesia, el apóstol tenía como objetivo lograr el crecimiento en la fe de cada uno de los creyentes, buscaba compartir experiencias espirituales que los ayudara a consolidar su fe en Cristo Jesús. Si bien Pablo buscaba alentar a los creyentes en la fe, el también deseaba ser alentado por medio de la fe de los creyentes (1:12). Nada causa más satisfacción que saber que nuestros hijos prosperan.

Los intentos del apóstol por ir a ver a los romanos fueron varios, así parece ser según leemos en (1:13), en la versión Reina Valera el apóstol dice “he sido estorbado” refiriéndose a un impedimento que no le había permitido llegar a ellos. No se nos dice que clase de impedimento, si una agenda muy ocupada, ver (15:22), o alguna oposición espiritual o física, no lo sabemos. El asunto es que él los ha tenido en sus propósitos por un buen tiempo ya, desea ir a España (15:24) a predicar el evangelio y de pasada detenerse en Roma para estar con ellos. El anhelo del apóstol se nos dice nuevamente al final del verso 1:13, el cual es contribuir a la fe de los creyentes y cosechar buen fruto entre ellos, tal y como lo ha hecho con los otros gentiles que han sido evangelizados. Como nos podemos dar cuenta al leer las epístolas de Pablo, él es un hombre comprometido con Jesucristo y se considera deudor con los gentiles, griegos y no griegos, educados y no educados. Lo que esto significa es que se siente con la gran obligación de predicar el evangelio entre ellos, ver (1:14).

Terminaremos este mensaje mencionando el gran apresto que el apóstol sentía de ir a ellos para predicar el evangelio. Es ese deseo ardiente de servir a Jesucristo y su intenso amor por Dios lo que llevó a Pablo a predicar las buenas nuevas en gran parte del entonces mundo conocido. Su ministerio era de carácter global según la densidad demográfica de aquellos siglos. No cabe duda de que, cuando se trata de servir a Dios, el amor es la motivación correcta para hacerlo.

Dios os bendiga y les guarde cada día.

Romanos- A Todos los que Estáis en Roma

Como es costumbre en sus cartas, Pablo abre la epístola a los romanos identificándose como siervo de Jesucristo, como alguien dedicado ahora completamente a servir a Dios. Se presenta como uno que ha sido llamado por el Señor de una manera personal, tal llamado ocurrió cuando él iba camino a Damasco para perseguir a la iglesia de Cristo. En ese camino Pablo tuvo un encuentro con Jesucristo. “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? (Hechos 9:4), fueron las palabras que él escuchó en medio de una luz resplandeciente que lo dejó ciego por unos días. Allí el Señor lo llamó para hacerlo apóstol a su servicio, para llevar el evangelio a los gentiles. Desde ese momento en adelante, Pablo se entregó completamente a comunicar las buenas nuevas por donde quiera que lo llevara el Señor. Su ejemplo es uno muy interesante que nos muestra cómo la vida puede cambiar en un instante, y esto es cierto para todos aquellos que han sido alcanzados por Dios. Después de haber pertenecido a la secta de los fariseos, después de haber perseguido a la iglesia, ahora se encontraba totalmente rendido al Hijo de Dios para servirle según su llamado. El Señor fue claro en la visión que le dio a Ananías en cuanto a sus propósitos para con Pablo,  “Ve, porque instrumento escogido me es este, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuanto le es necesario padecer por mi nombre” (Hechos 9:15-16, RVR). Este momento en la vida de Pablo, fue un momento de cambio radical para el nuevo apóstol.

En (1:2) el apóstol se refiere al evangelio como un evento anunciado desde tiempo atrás por los profetas de Dios, un plan glorioso diseñado por Dios para reconciliar al hombre con él. Muchas referencias existen en el antiguo testamento tocante a la llegada de un Salvador y Rey al mundo, tales como Isaías 9 y 11, así como Miqueas 5. Esto muestra el plan antiguo de Dios para redimir al hombre de sus pecados. Deja claro también que, este plan original de Dios para el hombre tiene como fundamento a Jesucristo, el Hijo de Dios (1:3), él es la buena noticia que se nos da para salvación. En otras epístolas el apóstol Pablo se refiere al evangelio de Jesucristo como el misterio revelado por Dios para salvación.

El apóstol deja claro el linaje judío y la conexión del Señor Jesucristo con el pueblo de Israel al identificarlo como “hijo de David” según la carne, pero concebido de manera sobrenatural por medio del Espíritu Santo. Fue declarado Hijo de Dios (1:4), o dicho de otra manera, fue demostrado que es el Hijo de Dios al haber sido resucitado de entre los muertos con poder por medio de la obra del Espíritu Santo. Es por medio de Cristo que Dios llamó a aquellos hombres para ser apóstoles (1:5), los separó para predicar el mensaje de Cristo a los gentiles. “Id y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19), fue la instrucción del Señor a los apóstoles después de su resurrección. En este mensaje del evangelio que Dios ha dado a los apóstoles ellos explican lo que Dios ha hecho por los hombres, hechos que encontraron la máxima expresión del amor de Dios por el ser humano en la cruz de Cristo. En el caso particular de Pablo esto no es diferente, aunque fue el último de los apóstoles, es por medio de Cristo que ha recibido el privilegio de predicar el mensaje y también la autoridad para hacerlo. El llamado del Hijo de Dios, y la manifestación poderosa del Espíritu del Señor, quien obra a través del apóstol son pruebas de la autenticidad de su ministerio, Dios respalda su mensaje dado por medio de Pablo. Y ese mensaje traído a nosotros tiene como objetivo que creamos en Cristo y le obedezcamos, para gloria de Dios Padre (1:5).

Hasta este punto el apóstol se ha expresado de una manera universal en cuanto al alcance del evangelio, pero ahora se vuelve específico hacia los cristianos en Roma (1:6). La buena noticia para los creyentes es que ese llamamiento de Dios para pertenecer a Cristo ha llegado a ellos para darles salvación y vida eterna. El mensaje de Dios tiene el poder para hacerte parte de su gran familia. En el siguiente verso, Pablo, de manera muy directa se dirige al pueblo de Dios en Roma como a “los amados de Dios” (1:7).  El apóstol dice, “les escribo a todos ustedes,” que son llamados a ser parte del pueblo santo de Dios, pueblo escogido, pueblo rescatado por Dios para su gloria. Les desea gracia y paz por medio de Dios Padre y de su Hijo, Jesucristo.

En los versos siguientes Pablo les comunica su propósito de ir a Roma para permanecer un tiempo con ellos (1:11); y para edificarlos con la palabra de Dios. Pero esto lo veremos la próxima semana.

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